El estrés y sus efectos en la piel

El estrés y la ansiedad son dos condiciones a las que solemos someter a nuestro cuerpo debido a la ajetreada vida que llevamos a día de hoy. Sabemos de sus efectos a nivel psicológico pero a menudo obviamos que también tienen su influencia física afectando entre otros, a nuestra piel.

En theCosmethics sabemos que el secreto de una piel sana y bonita no está solo en emplear los mejores productos; debemos empezar desde dentro, cuidando la alimentación, realizando ejercicio físico y manteniendo nuestra mente en equilibrio.

Existen multitud de problemas cutáneos que pueden estar causados o influenciados por el estrés y por tanto, podemos estar malgastando esfuerzos si los intentamos tratar solamente a base de cremas y otros tratamientos. En muchas ocasiones necesitaremos prestar atención a cómo estamos cuidando nuestro cuerpo desde dentro y cómo todo ello se ve reflejado en la piel pues en ello puede estar la  clave.

Problemas cutáneos potenciados por el estrés

Dermatitis atópica: éste tipo de dermatitis normalmente se da en personas con cierta predisposición genética y que tienden a tener diferentes reacciones alérgicas no solamente cutáneas. La piel se enrojece, se reseca, pica y tiende a descamarse. Las zonas más comunes de aparición son el cuero cabelludo, los codos y rodillas y las zonas genitales. Las personas que tienden a padecer este problema, ven como los brotes o períodos de empeoramiento de su dermatitis coinciden con períodos de mayor estrés o preocupaciones en su vida.

Psoriasis: es una enfermedad de causa multifactorial y de carácter autoinmune. Esto quiere decir que tiene múltiples causas o factores desencadenantes que producen un ataque del inmunitario a células de nuestro propio organismo. Aunque es una enfermedad cutánea, puede tener diferentes grados de afectación, llegando a producir problemas graves como la artritis psoriática. Normalmente produce placas de color rojo oscuro en la piel, bien delimitadas, descamativas en su zona central y muy pruriginosas. También es común la afectación de las uñas. Al igual que en el caso de la dermatitis atópica, es típico que en períodos de estrés se den brotes de la enfermedad o empeore su curso.

Acné: el acné como problema dermatológico en la edad adulta, es un problema creciente y que está influenciado por muchos factores, entre ellos el estrés. Existen varios efectos de éste sobre las glándulas sebáceas que hacen que se desregulen y aparezcan los clásicos granos del acné. Por un lado el estrés aumenta la producción de andrógenos (efecto que es más notable en las mujeres) favoreciendo la producción grasa por parte de las glándulas sebáceas de la piel. Además de ello también se ponen en marcha mecanismos favorecedores de la inflamación que afectan estas glándulas, produciéndose su obstrucción y por tanto la aparición del acné.

Envejecimiento: ¿Os suena el cortisol? Se trata de una sustancia que liberamos en situaciones de alerta y que sirve para proteger nuestro organismo en estos casos. En casos de estrés o ansiedad continuados, el exceso de cortisol termina por tener consecuencias negativas que repercuten a diferentes niveles. El cortisol también favorece la inflamación cutánea, a la vez que disminuye la cantidad de colágeno que se produce para su mantenimiento. El efecto es una piel más fina y apagada, menos flexible y con más tendencia a la aparición de líneas de expresión, arrugas y granos. Éstos efectos también se ven favorecidos por el aumento de los radicales libres, que aumentan el proceso oxidativo de la piel, deteriorando sus células y contribuyendo en éste proceso. Además el cortisol inhibe la producción de melatonina, una sustancia que favorece el sueño, por lo que también se reduce de manera indirecta la capacidad de la piel para regenerarse.

Flacidez, hinchazón y bolsas en los ojos: todos estos problemas son fruto de la falta de descanso de forma continua tan común en nuestras estresantes vidas. La falta de horas de sueño, junto con la mala calidad del mismo, hacen que los mecanismos de reparación que se ponen en marcha durante el descanso, no lleguen a ser del todo efectivos. Entre ellos, la falta de un flujo sanguíneo y drenaje efectivos, hace que falle éste mecanismo a la hora de eliminar toxinas y facilitar el aporte de hidratación y nutrientes a la piel.

Sequedad y rojeces:  relacionado con lo anterior y favorecido por la falta de descanso está la presentación de una piel seca, deshidratada y con tendencia a la irritación y el enrojecimiento. Esto se ve favorecido tanto por la inflamación causada por el estrés como por la falta de aporte nutritivo e hidratante de la que hablábamos en el punto anterior. Por ello, es tan común que en situaciones de mayor nerviosismo o peor descanso nuestra piel esté más seca y con tendencia a rojeces en cara y cuello, mostrándose mucho más sensible a agentes irritantes o a factores como el frío, el calor o la sequedad del ambiente, todo ello pese a mantener una correcta hidratación y cuidados por vía externa.

Cabello menos luminoso: al igual que la piel, nuestro cabello también se ve afectado en estos casos, mostrándose también más quebradizo y menos luminoso. Además es común el aumento de canas o una mayor caída del pelo en momentos estresantes. También pueden aparecer otros trastornos menos comunes como puede ser la alopecia areata. Se trata de una pérdida reversible de cabello de forma parcheada que se produce en situaciones de gran estrés y conflicto psicológico.

Cuida tu interior y se reflejará en tu exterior

No nos cansaremos de repetir que nuestra piel es el mayor reflejo que tenemos de nuestro interior y lo es en todos los sentidos.

Tanto si lo cuidamos físicamente con una buena alimentación y ejercicio como si cultivamos la parte más psicológica, esto se verá reflejado en su salud y en su expresión hacia el exterior. Y, como ambas cosas también están relacionadas entre sí, llevar una dieta sana y una vida activa, también influirán en un estado de ánimo mejor y más calmado.

De todas formas, en los tiempos que vivimos, con miles de cosas por hacer, trabajos que acaparan nuestro tiempo y energía, ciudades con miles de personas, ruido, contaminación… no está de más dedicar una parte de ese tiempo a intentar poner freno a nuestra vida y recuperar esa calma interior. El mindfulness, la meditación, las técnicas de respiración o ejercicios como el yoga o el pilates pueden ser grandes aliados para ayudar a mantener la consciencia sobre nosotros mismos y aquello que nos rodea, siendo así capaces de relajarnos más, planificar mejor nuestro día a día y en definitiva vivir más relajados. Esto hará que mecanismos como el cortisol  o la producción de radicales libres disminuyan su acción sobre nuestro organismo y en concreto sobre nuestra piel, manteniéndose más descansada, mejor nutrida e hidratada, menos reactiva y por lo tanto más bonita.

Mejor con apoyo especializado

Tanto si padeces un problema cutáneo grave o cronificado en el tiempo como si crees que tu nivel de estrés o ansiedad son muy elevados y difíciles de gestionar, se trata de una cuestión de salud que debe ser tratada de forma integral. Por eso nos gusta recordaros que en estos casos se debe acudir siempre a profesionales e intentar tratar el problema de forma global y desde su origen. Si tenemos un problema de piel que además se ve agravado por el estrés como puede ser una dermatitis, a lo mejor es un buen momento tanto para visitar a un dermatólogo que nos asesore para mantener las lesiones cutáneas a raya como para buscar apoyo psicológico que nos proporcione las herramientas para gestionar el estrés y mejorar nuestra capacidad de relajación. En muchos casos nadie nos dará el remedio mágico que acabará para siempre con nuestro problema pero seguramente con una atención multidisciplinar a diferentes niveles podremos conseguir una mejoría y una estabilización de nuestra salud y la de nuestra piel.

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