Cómo se producen las quemaduras solares

Hoy vamos a entrar en materia de sol y verano. Hablaremos sobre los efectos nocivos del sol sobre la piel y de cómo debemos protegernos de ellos. Seguramente, como nosotras, estáis deseando que los rayos de sol asomen con más intensidad y echáis de menos la playa, el sol, el calor y el poder quitar capas de ropa para salir a la calle. Para que el verano no os coja desprevenidos, queremos daros algunos consejos a la hora de poneros al sol y sobre todo de hacerlo con consciencia de cómo y por qué debemos de proteger nuestra piel.

Tipos de radiación solar y sus efectos


El sol produce tres tipos de radiación ultravioleta: la A, la B y la C. De ellas, solamente los rayos UVA y UVB llegarán a nuestra piel, ya que los tipo C son absorbidos en capas superiores de la atmósfera. Hablaremos entonces de los dos tipos que nos preocupan.

Los rayos UVA son capaces de penetrar profundamente en la piel, provocando alteraciones en proteínas, estructuras de las membranas celulares y el ADN. Son los responsables del bronceado, pero también del proceso de envejecimiento, las arrugas y las manchas cutáneas. Son también el tipo de radiación empleada en cabinas de solarium.

Los rayos UVB en cambio, sólo penetran a las capas más superficiales provocando alteraciones en el ADN celular, dañando su estructura y llegando a causar diversos tipos de cáncer y otras patologías.

¿Cómo se producen las quemaduras solares?

Una quemadura solar consiste básicamente en un intento de nuestro sistema inmunitario por ejercer respuesta a un efecto excesivo sufrido  por la radiación solar sobre las células de la piel.

Cuando los queratinocitos, que son las células de la capa más externa de la piel, detectan un daño en su ADN, envían información a nuestro sistema inmune para producir una cascada de reacciones que intentarán defenderse de tal ataque. Entre ellas está la vasodilatación de los capilares de la piel, que provoca un aumento del riego sanguíneo y la acumulación de líquido extracelular y todo un proceso inflamatorio que hará que nuestra piel se enrojezca, se caliente y se presente dolorida e hipersensible. Si el daño es muy grande, podemos llegar a sufrir una insolación, con síntomas a nivel sistémico, como cefaleas, náuseas o febrícula y pudiendo llegar a ser un proceso grave.

La piel quemada, además de roja y dolorida puede presentar otros síntomas y signos como picazón y posteriormente descamación e incluso vesículas o ampollas con líquido. Todo ello es parte del mecanismo de defensa y regeneración de nuestra piel, que deja caer las células muertas, apareciendo por debajo una piel más fina y sensible y parte del líquido que se ha filtrado en la piel.

Fototipo de piel, ¿cuál es el mío?

En primer lugar dejaremos claro qué es eso del fototipo. Se trata de las características innatas que posee nuestra piel en cuanto a capacidad de adaptación y tolerancia a la radiación solar. Es decir, lo que determina si una piel se broncea o no, en qué grado lo hace y cuánto se quema ante una misma exposición solar.

Esta capacidad de “amortiguar” los efectos de los rayos solares está relacionada con los melanocitos, que son células con la capacidad de acumular pigmento de melanina. Cuanto mayor es esta capacidad, mayor fototipo cutáneo. Existen  6 fototipos, pudiendo cada cual incluirnos en uno u otro según las características que aquí indicamos:

Fototipo I: se trata del tipo de piel más sensible al sol. Su capacidad para sintetizar melatonina es muy baja, por lo que casi no se pigmenta y se quema muy rápidamente. Se trata de personas de piel muy clara de aspecto lechoso, que suelen ser pelirrojos o rubios muy claritos, ojos azules, y con tendencia a tener pecas en la piel.

Fototipo II:  estas personas se queman fácil y de forma intensa, aunque pueden pigmentar ligeramente en exposiciones suaves y con protección. Normalmente presentan la piel clara, cabello rubio, ojos azules y a veces pecas.

Fototipo III: la piel este foto tiende a pigmentarse correctamente con el sol, quemándose de forma moderada en exposiciones intensas. Se trata de personas normalmente caucásicas con diferentes colores de ojos y pelo, de piel clara si no se exponen pero bronceadas en verano.

Fototipo IV: estas personas presentan ya de forma innata una piel de aspecto moreno y ojos y cabello castaños intensos u oscuros. Se queman moderada o mínimamente dependiendo de las circunstancias y tienen facilidad para pigmentar y ponerse morenas de forma rápida e intensa.

Fototipo V: este tipo de piel raramente se quema. Pigmenta de forma casi inmediata con la exposición solar y son personas con piel en tonos amarronados y pelo y ojos oscuros.

Fototipo VI: se trata de personas cuyo color de piel es muy oscuro o negro. No se queman nunca ante la exposición solar, excepto si presentan alguna lesión u anomalía en la piel, pigmentándose inmediatamente al ponerse al sol. Presentan ojos oscuros y cabello negro.

¿Cómo saber si me estoy quemando?

El proceso de quemadura solar comienza mientras estamos expuestos a la radiación, pero su intensidad aumenta aproximadamente una hora tras dejar de tomar el sol llegando a un máximo de actividad 24-48h después, por lo cual solemos presentar más dolor y enrojecimiento en los días justamente posteriores a una quemadura.

Es por ello que a veces es complicado o casi imposible detectar si nos estamos quemando o no, sobre todo en días en los que el sol nos “engaña” ya que estando nublado podemos tener un índice de radiación muy alto.

Cuando estamos al sol y comenzamos a notar cierto calor y enrojecimiento normalmente ya es tarde y la quemadura, aunque sea leve, ya se ha producido, dañando en mayor o menor medida células de nuestra piel.

Por ello no debemos confiarnos y siempre que nos expongamos al sol debemos hacerlo con protección y teniendo en cuenta factores, como el índice de radiación, nuestro fototipo de piel, el tiempo de exposición, etc. De todo esto hablaremos ahora con más detalle.

¿Por qué es tan importante la protección solar?


Cuando llega el verano, los medios de comunicación no dejan de bombardearnos sobre la importancia de aplicar algún tipo de protección solar por lo que casi todos sabemos que aplicar protector es fundamental para evitar diferentes tipos de cáncer de piel, especialmente el melanoma. Aún así nosotras queremos que no solamente sepáis que debemos protegernos, si no por qué debemos hacerlo.

Como ya sabemos, nuestra piel posee mecanismos para paliar este daño, aunque no siempre llegan a ser totalmente suficientes ni efectivos. Es en este momento, cuando nuestra piel no consigue reparar correctamente el ADN celular, cuando se da lugar a la producción de células precancerosas, que pueden ser el foco de un futuro tumor.

Además del cáncer cutáneo, existen outro tipo de lesiones que también son fruto de la radiación solar y que pueden resultar dañinas. No debemos olvidar que los rayos UVA y UVB producen alteraciones además de en el ADN, en las proteínas y otros elementos de la piel,  agrediendo su estructura y acelerando su proceso de envejecimiento, por lo que un bronceado muy intenso también es sinónimo de una piel más dañada.

Por todo ello en theCosmethics consideramos que la salud es lo primero, por lo que ante todo, debemos pensar en mantener una piel sana y cuidada, por lo que la prevención y la aplicación de fotoprotección debe ser constante cada vez que nos ponemos al sol.

Teniendo en cuenta esto y que cada cual tiene un fototipo de piel, más abajo os daremos algunas indicaciones para llevar a cabo vuestra rutina personalizada de protección solar.

¿Qué significa e implica factor de protección solar?


El factor de protección solar, o FPS (como lo verás reflejado en las etiquetas de cremas y otros productos), es un número que indica el número de veces que multiplica la protección natural que tiene tu piel frente a los rayos UVB, que son directamente cancerígenos. Esto, explicado con un simple ejemplo, quiere decir que si tu piel tarda 15 minutos tras exponerse directamente al sol en empezar a quemarse, un FPS de 30 tardará 15×30 minutos, es decir 450 minutos. ¿Qué pasa con los rayos UVA? Ya sabemos que son los responsables de otro tipo de daños, que también podrían influir en el cáncer de forma indirecta. El FPS no los tiene en cuenta a la hora de indicarnos protección frente a ellos pero la legislación europea obliga a que todos los protectores solares a la venta protejan sobre ambos tipos de radiación ultravioleta, por lo que en principio todos los protectores harán barrera ante ambos tipos.

Por tanto, un mayor factor de protección no siempre es sinónimo de mayor capacidad de impedir que la radiación dañe nuestra piel, si no que indica más bien el tiempo que durará ese efecto “protector” frente a la radiación UVB, de ahí la importancia de reaplicarnos crema de forma frecuente. Aun así en pieles claras y muy sensibles al sol se recomienda un FPS alto para asegurar una protección continuada e impedir que los rayos ultravioleta provoquen daños sobre las células de la piel, ya que son pieles en las que éstos efectos son notables de manera más rápida.

¿Qué protector solar debo escoger?

Antes de nada lo que tenemos es que escoger un buen protector solar, con un SPF alto y suficiente para nuestro fototipo y además que sea respetuoso con nuestra piel, sobre todo si se trata de pieles sensibles. Para nosotras, hay tres productos de protección que no deben faltar en tu neceser: protector facial, labial y corporal. La correcta combinación de ellos durante los diferentes momentos del día y del año, hará que tu piel se encuentre mucho más protegida del sol que si sólo empleases uno de ellos.

Como ya explicamos, un protector solar puede tener 3 tipos de filtros solares: químico, físico y/o biológico (éstos últimos empleados normalmente como adyuvantes de los primeros). En la cosmética natural y ecológica se emplean tanto los filtros físicos como los biológicos. Los filtros físicos son agentes minerales (como el dióxido de titanio o óxido de zinc) que ejercen una barrera que refleja los rayos de sol. Como casi cualquier producto también tienen sus contraindicaciones y es que suelen ser cremas más pastosas y algunas personas pueden presentar sequedad cutánea o hipersensibilidad a estas sustancias, aunque no son efectos muy comunes.

Aún así queremos incidir en que escojas el producto que escojas, debes comprobar que es suficiente y efectivo y sobre todo, si vas a tomar el sol, siempre es mejor aplicar algo que nada.

Cómo proteger la piel del sol durante el año

En el día a día y sobre todo durante el otoño e invierno, no solemos tomar el sol ni exponer la mayor parte de nuestro cuerpo a sus efectos. Por ello, el tipo de protección aplicada suele ser distinto. Si tu piel es muy clara y presenta un fototipo I o II, necesitará aún así una ligera protección, sobre todo en días en los que pasamos muchas horas fuera o salimos a practicar algún deporte al aire libre. Emplear una crema facial y un protector labial con un FPS15 será suficiente para salir un pequeño rato a la calle. Eso sí, realiza varias aplicaciones si vas a estar mucho tiempo fuera. Si en cambio tu piel es más morena y no tiende a quemarse, normalmente no necesitará una protección adicional, exceptuando en días de mucha exposición o actividades al aire libre, al igual que en los fototipos I y II.

Durante los primeros días de intenso sol de la temporada de primavera-verano, debemos extremar la precaución. En primer lugar no debemos tomar el sol en todo el cuerpo ni durante mucho tiempo. Haremos una exposición gradual y aplicando protección. Para ello emplearemos un producto con FPS alto y haremos reaplicaciones cada poco tiempo, teniendo en cuenta nuestro fototipo de piel. Además, aunque no nos pongamos a tomar el sol a pierna suelta, debemos también aplicar una crema protectora en el rostro y otras zonas expuestas como hombros, piernas o brazos. Si salimos a pasear, practicar deporte u otra actividad debemos además emplear algún tipo de barrera como sombreros, gorras, gafas o ropa fresca, evitando exposiciones directas y prolongadas.

Llega el verano, ¿cómo protegernos? Es verano y queremos tomar el sol en la piscina, la playa o el jardín. ¿Cómo me protejo? Ante todo, no debemos tener prisa por broncearnos y debemos pensar que siempre será mejor una piel ligeramente dorada y sana al final del verano, que una quemada, dañada y llena de marcas por el efecto del sol. Tomaremos el sol gradualmente, como ya dijimos y aplicando protección según nuestro fototipo. No debemos hacerlo durante largos periodos de tiempo y evitaremos las horas centrales del día, cuando la radiación es mayor.

Además debemos incidir en las reaplicaciones frecuentes, sobre todo tras bañarnos o secarnos con la toalla e insistiendo en las zonas sensibles o de roce de las prendas, como pueden ser las ingles.

Conclusiones

Antes de despedir este intenso post que podéis emplear como guía de protección para este año, nos gustaría hacer un pequeño inciso para recordar la importancia del sol. Y es que aunque tenemos que ir con precaución para proteger nuestra piel, su luz también tiene efectos positivos sobre nuestra salud sin los cuales nuestra vida y la del planeta no sería posible. Entre ellas queremos recordar que es necesaria para la síntesis de vitamina D por nuestro organismo y también nos ayuda a producir seratonina y mantener así un buen estado de ánimo y descansar mejor. Por ello es importante salir fuera cada día, a pasear o hacer cualquier otra actividad. Si somos prudentes y actuamos en consecuencia a la hora de exponernos al sol, encontraremos el equilibrio perfecto para que éste sea más beneficioso que perjudicial para nosotros.

2 comentarios

Gracias a ti María :)

Sofia_theCosmethics 10 junio, 2023

Me he informado bien con toda la información que han dejado aquí, yo tengo una piel lll me bronceo fácilmente, pero tengo una bebé que tiene piel V creo que es esta!! Pero tiende a tener piel atopica, y le han dado unas manchas grandes en su piel. Esto me preocupa por alguna enfermedad cancerígena en su piel. Tengo que tomar más atención a su piel cuando se exponga al sol. Gracias por todo lo que habéis explicado.

Un saludo desde España, Barcelona.

Dios les bendiga

María 10 junio, 2023

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